Noche con Kate

Aun no nos habíamos ido de Forks, quería conocer más el lugar a fondo y ella no se había opuesto a tal situación. Pronto volveríamos a Alaska y pasarían años hasta que regresáramos por cualquier cosa. La ‘batalla’ con los Volturis fue tan interesante como chupar un clavo. Aunque mi misión mas importante era proteger a la nueva dueña de mi corazón muerto. Su electrizante personalidad me traía mas que loco, de por si era un enamorado. Tocas sus manos, verla a los ojos, era lo mas hermoso que me podía deparar la condena que llevaba sobre mi espalda. Una larga eternidad de vampiro sediento de sangre. Y como hoy era otro de esos días en los que no podía estar con ella, la cité en el bosque. Tenia que salir no se con quien, por eso no acudimos al sitio juntos. Entre árboles los animales se desplazaban de punta a punta, provocándome sed pero no tanto como la sangre humana. Si estaba con ella seguro debía de acostumbrarme a beber sangre animal y algún día llegar a ser vegetariano. Apoyé mi espalda en un tronco y cerré los ojos. Sabía cuando ella vendría porque aquel aroma no lo iba a olvidar jamás. Había tomado posesión de mi ser y no se borraría siquiera con la muerte. El sol oculto entre las nubes iba cayendo, dándole paso a la fría noche.

Miré el cielo, el sol desaparecía lentamente detrás de las nubes grisáseas de ese deprimente y desolado pueblucho, las estrellas asomarían curiosas por los cielos alrededor de un par de horas.
Otra conversación de esas con Tanya. De su gran desesperación por irse y la indiferencia de los planes de Garrett, quien quería explorar vaya a saber qué cosas en ese lugar tan vacío.
De esas conversaciones sin sentido que finalmente llegaban a la nada y terminaban siendo sólo una perdida del infinito tiempo que teníamos por delante.
Recorrí lentamente el bosque desierto e inquietante, haciendo crujir las hojas caídas al pisarlas y sintiendo la brisa fría del atardecer en mi rostro.
Sin embargo, el viento no vino solo...
Un aroma dulce y embriagante chocó contra mí nariz de forma que era imposible de pasar por alto.
Curvé la boca en una sonrisa, no hacía falta más nada para saber que estaba cerca.
Todo el asunto era gracioso, había empezado como sólo curiosidad, sólo mirarlo de reojo en la casa de los Cullen para ver sus movimientos, sus expresiones, y tratar de comprender por qué no podía desprender la mirada.
Luego pasó a diversión, tumbarlo, darle un toque eléctrico cada tanto, reír levemente al pasar por su lado...
¿Y ahora?
Su perfil pálido y luminoso se hizo ver casi al instante, haciendo tensar mis músculos. Tenía que parecer relajada, indiferente, a pesar de que él sabía que sentía todo lo contrario.
-¿Aburrido?-pregunté, formando una sonrisa divertida y colocándome de pie frente a él.

Estar así tan relajado, tan tranquilo, me hacia recordar los primero momentos en que nos habíamos visto, en la mansión Cullen. Luego sus descargas eléctricas a las que casi me vuelvo adicto y como plato final, el postre, ella en si. Aquel cabello rubio tan brillante como el mismísimo sol, sus ojos dorados reflejo de la inocencia y la belleza, su cuerpo de modelo, envidiable para muchísimas de las mujeres de este planeta. La mujer más hermosa que había conocido en toda mi vida. Sonreí ante mis recuerdos notando como aquel aroma que tanto ansiaba comenzaba a dar vueltas a mis alrededores. Ella estaba cerca, para volver a descolocarme. Acomodé mi espalda, irguiéndome, pero sin abrir los ojos. Sus pies crujían al pisar el suelo por las hojas que se quebraban. Su cuerpo se posó frente al mío, más y más el aroma a rosas me desesperaba. Sonreí de lado y abrí los parpados dejándole ver mis iris color rubí, producto de la sangre humana. Negué un poco ante su pregunta.
-Para nada, solo tomaba un descanso mientras te esperaba.- Confesé sin rodeos. Ya le había dicho lo esencial en aquella tarde cuando casi nos enfrentamos a los Vulturi. La quería, se notaba y no podía ocultarlo por más que quisiera. Acerqué mi mano hasta su rostro para darle una suave caricia, apartando un mechón rubio que caía en onda sobre este.
-No pensé que llegarías tan rápido. Al parecer, no puedes vivir sin mi.- Incliné un poco el rostro, penetrándola con la mirada. Mis expresiones nunca se tensaban frente a ella; más bien se veían relajadas, y como tantas veces escuché, angelicales. La sonrisa no se borraba y dudaba que lo hiciera por el resto del anochecer.

Rodé los ojos, sonriendo con diversión.
Tal vez fuera cierto...Tal vez la vida inmortal que antes parecía una eterna carga ahora pareciera una ligera carrera emocionante y nueva al estar a su lado.
Tal vez no podía dejar de mirar sus cautivantes ojos rojos, buscando desesperadamente los sentimientos ocultos en ellos, analizarlo, saber qué está pensando decir...o hacer.
Tal vez esté acercandome lentamente a su lado, y posando una de mis manos en su nuca.
Y tal vez tendría razón...y realmente no podía vivir sin él.
-¿Quieres apostar?-una risa leve y corta escapó de mis labios, seguidos de pequeños destellos provenientes de mis dedos.
Sin demasiada energía, sólo para que sintiera un casi placentero cosquilleo en el cuello.

Aquellas expresiones divertidas eran las que podían hacer caer todo a mi alrededor, dejándonos sumidos en un pequeño mundo de fantasía, donde vivíamos Kate y yo. No quería salir de el porque me encontraba bien, feliz, con emociones que se pierden cuando uno pierde el alma al entrar en esta condena. Ya nada parecía una condena, ya nada era lo mismo y esperaba que nunca más lo fuera. Así, con ella, para siempre, por toda la eternidad. Se acercó a mí, dándole sensualidad a sus pasos, y como si fuera poco, aquel rostro angelical con el que podía dejarme rendido a sus pies si se lo proponía. Sentí las descargas chocar contra mi cuello, erizándome la piel desde los pies hasta la cabeza. Sonreí un poco mas, aun con la cabeza inclinada.
-Apostaría mi alma si no es que la perdí hace mucho.- Bromeé pasando rápidamente una mano hasta su espalda, dejándola apoyada maso menos en la mitad para no dejarla escapar. Su respiración estaba tan cerca, su aroma me invadía. Dejé escapar un suspiro.
-Entonces, lo único que me queda apostar, es mi capacidad de sentir.- Si, sentía, y el sentimiento más hermoso de este mundo. Con la otra mano tomé la suya y la coloqué en mi pecho, donde debería estar un corazón que latia, pero no era asi. Estaba muerto, aunque no por eso me sacaba la capacidad de amar; de amar a Kate.

Su fragancia tibia y embriagadora se sentía debajo mí nariz, obligándome a cerrar los ojos.
Oí sus palabras con una atención casi expectante, ansiosa, esperando qué diría, sus expresiones, sus tonos de voz. Todo.
Ya me había acostumbrado a analizarlo de esa forma, ya que, desde que lo conocí, había intentado buscar un solo defecto en él.
Sólo uno, nada más.
Algo que me demuestre que ese hombre que tenía frente a mis párpados cerrados era real, y no una falsa ilusión de mis largos años de vida.
Que me enseñe que algo de su humanidad aún quedaba escondida debajo de su piel marmórea, alguna debilidad, algún síntoma de que su perfección no era completa.
Pero claro, desde el primer día en que lo vi hasta hoy, ese experimento no daba resultado.
No era un vampiro, no. Era inconcebible pensar que esa criatura de alguna forma pudiera ser un asesino de vidas humanas.
No, él era un ángel.
O mejor aún, él era mí ángel.
Ése que tocaba mi mano, con su tacto frío, y la guiaba hasta un punto ciego en su pecho.
Aquél que me obligaba a abrir los ojos, de pura emoción, excitación, curiosidad.
Ése que me miraba, con sus iris escarlata brillando con el tímido baño de luz de la luna.
Debía verlos más de cerca, simplemente era una necesidad juntar mi frente con la suya, sentir su nariz rozar la mía, y su aliento innecesario chocar contra mis labios.
-Espero que nunca la pierdas.